Antonio Espinal es dominicano pero creció en el Bronx, el distrito más pobre de la ciudad de Nueva York. A sus 15 años, Espinal no iba por buen camino: Faltaba a clases y pasaba la mayoría del tiempo en la calle, con gente que podía ser más problema que ayuda. Un día su mamá le dio un ultimátum: te enderezas, o te vas.
“Toqué fondo,” dijo Espinal, quien ahora tiene quince años.
Poco después, un amigo le recomendó una escuela de boxeo y, a través de boca a boca, se enteró de que el Bronx tenía buenos entrenadores. Así fue como llegó a El Maestro, la última escuela de boxeo en el área de Morrisania, y las última esperanza para más de un joven en el barrio más norte de Nueva York. Algunos jueces de Cortes Familiares en el Bronx utilizan este lugar para mandar a jóvenes acusados de crímenes no violentos, intentando mantenerlos fuera del sistema penitenciario.
“Si este lugar no existiera, no se en dónde estaría –seguro no estaría en un buen lugar,” dijo Espinal. “Desde que entré al boxeo, veo un futuro nuevo. Me cambió la vida.”
Los hermanos Pedro y Fernando Laspina, nacidos en Puerto Rico, fundaron El Maestro hace 15 años. Los hermanos llegaron al Bronx de adolescentes.
“Yo era un niño corrompido,” dijo Pedro Laspina. “A los 15 ya sabía qué eran las drogas, comencé a fumar marihuana, a beber, a juntarme con la gente equivocada.”
Meses después de haber llegado, se hicieron miembros de los “Savage Skulls”, una pandilla del Bronx. En poco tiempo ambos hermanos se hicieron presidentes de diferentes divisiones de la pandilla y, poco tiempo después de eso, comenzaron a ser arrestados.
En prisión, sus vidas fueron tan volátiles como afuera.
“Peleamos muchas batallas,” dijo Pedro Laspina. Pero su hermano, Fernando Laspina, salió de prisión con un plan y un sueño: después de haber peleado tantas peleas, en la calle o en la cárcel, quiso convertirse en peleador y su hermano, Pedro, lo siguió.
Fundaron El Maestro como un centro cultural que incluía clases de boxeo, pero también clases de música, de historia y de reconocimiento cultural. Para los hermanos Laspina, este lugar fue una manera de reescribir su propia historia a través de jóvenes como ellos. “No quiero que ninguno de ellos pase por lo que yo pasé,” dijo Pedro Laspina.
El Maestro está a tres paradas en tren del Horizon, un Centro de Detención Juvenil. De acuerdo con el Citizens’ Committee for Children of New York (CCC), una organización sin fines de lucro que aboga por la juventud, el vecindario de Morrisania es el quinto lugar más alto en el ranking de riesgo general, convirtiéndolo en uno de los vecindarios más inseguros de Nueva York en términos económicos y sociales.
El Bronx es el segundo barrio de Nueva York donde detienen a más jóvenes y los envían a cárceles juveniles; también tiene la tasa de deserción escolar más alta de la ciudad.
“Este centro ha sido un oasis en un desierto,” dijo el juez Fernando Tapia, de la Corte Suprema del Bronx. Cuando el juez Tapia estuvo en Corte de Familia, frecuentemente sentenciaba a algunos jóvenes a cumplir horas en El Maestro.
“Si ese programa no existiera, la mayoría de estos niños estaría en el sistema de la justicia criminal,” dijo Tapia. “Es un salvavidas para esta comunidad.”
Los hermanos Laspina convirtieron el gimnasio en un lugar para el reconocimiento de la cultura latinoamericana en el Bronx. La mayoría de las veces, los jóvenes entrenan al sonido de música latina, con un mural dedicado al orgullo boricua al final de gimnasio.
“Cualquiera pensaría que esta es una opción segura como alternativa a la prisión,” dijo el juez Tapia. “Pero esto no puede estar más alejado de la verdad. Los congresistas lo saben, pero prefieren invertir el dinero en el sistema penitenciario que en este tipo de programas.”
Hace poco, el CCC publicó una declaración que urgía al alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, revertir un recorte de $5.6 millones en el presupuesto ejecutivo del 2018 en fondos que solían ser destinados a programas que ofrecen alternativas al encarcelamiento.
La escuela de boxeo está esforzándose por mantenerse en pie frente a los crecientes costos de alquiler y la falta de recursos de algunas familias, que no pueden pagar la mensualidad del gimnasio. El Maestro no recibe ningún financiamiento público. Se mantienen a flote gracias a eventos para recaudar fondos y donaciones de la comunidad.
A pesar de la inestabilidad económica que afronta Venezuela, CITGO, una empresa de petróleo del país latinoamericano, es la única compañía que financia a El Maestro a través de su programa de responsabilidad corporativa.
Pero los hermanos Laspina dijeron que, incluso con esta donación, el gimnasio sigue luchando para cumplir con los costos operativos.
“Me gusta el boxeo porque me mantiene fuera de la calle,” dijo Joseph Torres, con apenas 11 años de edad. Torres es el boxeador más joven en El Maestro. Después de salir del colegio, va al gimnasio a hacer su tarea. Su padre lo recoge al salir del trabajo, por la noche.
El Maestro recibe de 30 a 40 personas cada noche. La mayoría son jóvenes balanceándose en una delgada línea entre el éxito y la perdición.
“Somos los últimos Mohicanos,” dijo Pedro Laspina.